LA DEUDA DE LA INCULTURA
Hemos acompañado a todas las marchas, a todas las mareas. Hemos
estado en todas las manifestaciones y concentraciones. Hemos defendido nóminas
que nos podrían apañar todo un lustro. De los 365 días del año hay algunos de
nosotros que sólo hemos trabajado el 1º de mayo. ¡Qué desmayo! Sin embargo
estamos en silencio. No estamos ni en blanco ni en negro. Vivimos en el
ostracismo dentro de nuestra ciudad. Somos el gremio de artistas. Artista, ¡qué
palabro! Somos el conjunto, invisible para nuestros vecinos, de personas que
por arte de birlibirloque está en contacto con la escena, la pintura, la
literatura, el circo, la poesía, la música, el cine, la creación. Pero casi
nadie vive de ello. Y eso es algo de una gravedad inaudita. ¡Estamos tan lejos
de la realidad que somos de los muchos que podemos verla! Esta abstracción hace
que nuestra depresión sea doble. Concentramos todo nuestro arte en no cortarnos
las venas.
Más cara que la deuda económica que haya podido dejar el PartidoPopular
en el Ayuntamiento de Alicante en estos últimos 19 años es el catastrófico
agujero negro de la inopia cultural en la sociedad alicantina. En Alicante se
han hecho cosas muy mal, fatal. Es más, no se han hecho. Sería inabarcable la
relación de cosas que se podrían haber hecho bien, pero hemos perdido la
perspectiva. Es ya inimaginable las cosas que se podrían haber hecho si hubiera
habido algo de sensibilidad por la cultura en las administraciones públicas de
nuestra ciudad. Pero algo está claro, ni se ha hecho nada para que la ciudadanía
se embadurnara de cultura ni se ha tenido en cuenta a los artistas alicantinos
para que estos interactuaran en su ciudad.
Si el cambio político en el ayuntamiento de Alicante sirve
para que los escenarios de las plazas tengan algo más que la puesta de largo de
las Hogueras, bienvenido sea. Por ahí se vislumbraría algo de futuro para
nuestros barrios. Pero el esguince de ánimo será largo. La ignorancia ha
acampado en nuestras calles. El botellón y el tardeo no son ninguna movida sino
todo lo contrario, son el signo de un declive, de una involución, de una forma
de festejar que va en contra de la comunidad y de nuestros sueños. Esta última reflexión
me la sugiere el libro El opio del pueblo
de Pablo San José Alonso y publicado por el Grup
Antimilitarista Tortuga. Que haya más antros abiertos para los juegos de
azar que locales que inviten al teatro o a la música, a la cultura en general,
me parece catastrófico.
Los artistas queremos salir a la calle a comérnosla pero a
algunos ya se nos ha ido hasta el hambre. Se dice que en Alicante hay mucho
artista por metro cuadrado. Qué remedio, no tenemos zapatos, no hay tejido
industrial, ¡los chinos nos comen y con razón! Si se gobernara de otra manera
más participativa la democracia, y por ende la cultura, ganaría en prestigio.
Si se recogieran las necesidades y carencias de los colectivos relacionados con
la cultura y se interactuara con ellos la cosa cambiaría mucho. Un tejido de espacios
para la ciudad y para la ciudadanía en donde la administración facilitara
permisos, infraestructura y una inyección económica para sufragar los gastos
mínimos de algunos espectáculos sería la envidia de muchas ciudades. Pero esta
red no ha de estar enfocada al guiri. Estoy harto de ver a turistas que no
suben más allá de la plaza de toros o el Castillo de San Fernando y que sólo
recogen el sol de nuestra playa. Esa red ha de estar destinada a los
ciudadanos. ¡Ay, qué de cosas que se podrían haber hecho en la planicie de
Campoamor con los 50 millones de euros que costó nuestro Guggenheim, el afamado
ADDA! Probablemente, una por día durante 5/6 años sin parar y, además, con
artistas de la terreta. Oh, tú, terreta, derrota tras derrota, te retan
y te retan.
Dos datos extraídos con hilo de pescar de la pobreza de
estos últimos 20 años y de la poca sensibilidad: 1) En 2003 nos juntamos una
veintena de asociaciones para organizar unas jornadas culturales con música,
teatro, talleres pro reciclaje, grafitis, charlas, exposiciones, etc. en lo que
vino a llamarse “Alacant Desperta” con un desembolso a fondo perdido por parte
de la MEKA -¡oh, tú, Mesa de Carnaval, asamblea abierta, cobijo de bufos, locos
y poetas!- de 4000€ y con una aportación por parte del consistorio de… ¡dos
focos!; y 2) la tasa que actualmente hay que pagar al ayuntamiento por tocar o
actuar en la calle. Me parecen dos ejemplos muy heavys. ¡Pues
hay miles como estos!
¿Para quién trabaja Las Cigarreras? ¿Cuáles son los criterios
de su programación? ¿Programa o le programan? Las Cigarreras no es la panacea
para los artistas. Para actuar en la Caja Negra, por ejemplo, no sólo has de
llevar a un técnico que en 2 horas aprenda a manejar todo lo que allí hay sino
que ahora también has de tener un seguro de responsabilidad civil. ¿Actuarán
allí más los que dispongan de seguro? Además de no costear ni cartelería, el
artista no recibe ni un euro de Las Cigarreras. Por ende hay entrada la mayoría
de las veces. El ciudadano ha de pagar. ¿Y el Alicante A Escena? El Alicante A
Escena no es ni un flotador para atravesar el largo océano del año para los
teatreros en el caso de que te escojan, aparte de que ya hace más de 6 años que
dejó de ser un representante del teatro que se hace en la ciudad puesto que ha
abierto el certamen a grupos de fuera de Alicante. Este certamen hace ya más de
15 años se realiza en el Teatro Principal. El ciudadano también ha de pagar. El
Centro 14 podría realizar más certámenes de música, pero podría sufragar las
actuaciones de los grupos –dietas, gasolina, cuerdas de guitarra rotas, etc.-. Y
para finalizar este desmán que es actuar en la ciudad de Alicante y no morir en
el intento una mención especial a la gente que se curra la calle: Es una
injusticia muy grande que la policía vaya detrás de quien se intenta ganar la
vida en la calle. Faltan mediadores sensibles para que esta ciudad respire un
poco de cultura. Falta gente que programe desde la calle.
Todo este desastre ya se vislumbraba cuando en noviembre de
1998 el equipo de gobierno del entonces alcalde Luis Díaz Alperi promoviera una
de las cosas que para ellos era de lo más cultural: Una fiesta por todo lo alto
en el Rico Pérez con Los del Río en escena para poner una corona a la “patrona”
de los católicos de la ciudad de Alicante, la Virgen de los Remedios.
El artista ha tenido que ser político. Ha debido convencer a
sus amigos y conocidos de que lo que iba a hacer, decir o expresar iba a ser
bueno para la comunidad. A veces ha tenido que hacer meta política o meta cultura,
como en aquel “L’Estrany Viatge” en donde Pot de Plom llamaba al Mundo de la
Cultura y en escena no aparecía nadie. Obra que petó el Arniches los tres días
que estuvo gracias a la ignorancia de una oficina presidida por el teatrero
Rafa Hernández que no supo torear la censura del “fantasma pepero” cuando una
caricatura de Zaplana, “el malo” en el póster, parecía ofender vete tú a saber
a quién de la Generalitat. El póster
se cortó, ¡como suena!
El artista ha tenido que ser productor y distribuidor de sus
obras la mayoría de las veces. En mi caso, ser actor, guionista, director,
regidor, productor, manager y asesor, a la par que compañero de mí mismo, me ha
acarreado mucho esfuerzo y muchos riscos por los que deambular.
Así el artista se ha tenido que mover la mayoría de las
veces en unos terrenos o ambientes inapropiados ya que las veces que ha querido
enseñar su obra a través de las casas de cultura o concejalías de las
localidades de su comunidad las oportunidades han sido escasas. El artista
alicantino ha tropezado incluso con un fenómeno denominado “campaña de
Diputación” en Alicante para las obras de teatro. Esta campaña es como las
leyendas urbanas, conoces a gente que dice haberse acogido a esa “campaña”.
Dicho fenómeno consiste en presentar tus proyectos en Diputación para que ésta
dé el visto bueno de cara a que si un ayuntamiento de la provincia de Alicante
te quiere contratar, Diputación pague un buen tanto por cien del precio de
dicha obra; osea, el concejal que quiera contratarte mira la lista de obras
seleccionadas por dicha campaña y si estás se ahorra una pasta, creo un 75%.
“Campaña” es en este caso el “conjunto de actos o esfuerzos aplicados a un fin
determinado”. Pues o “la Dipu” pone poco esfuerzo o los actos para informar de
esta campaña son inexistentes, por lo menos para los teatreros.
El artista se hace amigo de sus distribuidores y en parte
productores, se hace amigo de “los de los bares”. Se emborracha con ellos y se
da a la mala vida. Entra en la farándula. Pero esto merece un capítulo aparte.
¡Ñas…! Deseo citar aquí la valía, y a veces la osadía, de todos esos bares y
locales de asociaciones que han hecho de escenario y espacio para tantos
artistas sin rumbo y al borde del suicidio. Han sido sitios azotados las más de
las veces por parte de la administración debido a carencia de licencias,
licencias no acordes a lo ofertado al público o por estar en el limbo
administrativo. Nunca se les ha ayudado. Jamás un agente o técnico cultural se
les ha acercado para ver qué necesitan, para ver en qué cosas el ayuntamiento o
la Generalitat -en nuestro caso- les
podría ayudar. Seguro me dejo muchos pero voy a citar algunos: El Eric, El
Tábano, El Gato que Habla, El Coscorrón, El Ocho y Medio, Clan Cabaret, La
Colla de Dimonis, La Terrassica, El Taller Tumbao, El Coppelia, El Jaleo, El
Jendrix, y Lloc de Joc, Paral·lel, Arlon y La Continental en Sant Vicent. Y me
daría algo si no mencionara L’Escaparate, pub de la calle San Vicente de
Alicante que gestioné durante casi 4 años y en el que conocí a muchos artistas
e hice algunas enemistades.
El artista ha tenido que ser su propio crítico. Son muchos
los que en esta ciudad se conforman sólo con una reseña técnica en algún diario
o en alguna web de ocio y cultura. Yo mismo también. Y son los amigos y
compañeros de oficio los que han hecho el esfuerzo de establecer tesis sobre tu
obra, siempre en el ambiente viciado de las relaciones amistosas. En ese
sentido faltan escritos rigurosos y ensayos que día a día paseen por la ciudad,
se inmiscuyan más en los distintos ambientes que pueden germinar en Alicante y
no sólo se ciñan a un par de escenarios o festivales. Falta mucha literatura de
lo que pasa en las esquinas, en los bares y en algunos locales
pseudoclandestinos de nuestra ciudad. ¡Ánimo, poetas!
El artista también ha acabado siendo público, público de sí
mismo. Esperando giras o cuando menos alguna temporada estival o invernal para
hacer más de diez funciones en menos de tres meses, el artista graba en vídeo
sus propuestas, se estudia demasiado a sí mismo y todo finaliza en paranoia. El
artista enferma y se cansa de sí mismo, se automedica y vomita encima de sí su
teoría sobre su futuro. Su autoestima baja a cotas dantescas. Tras sí lleva 20
años intentando vivir de lo que hace y buscarse la vida. Pero nada. Nada.
El artista en suma es muchas cosas: público, crítico,
intérprete de sus obras, empresario y político. Pero el artista ha dejado de
ser artista. La realidad tampoco acompaña. Cae en el tópico de “hay otras cosas
más importantes en esta vida”. Típico tópico antagónico de nuestro tema
principal, el mundo de la cultura. No obstante tiene mucho arte, en vez de
suicidarse decide plantar un pino.